domingo, 27 de septiembre de 2015

El Panchatantra

Del blog "Literatura Universal. De Edipo a Kafka"


Tres cuentos del Panchatantra.
Os he seleccionado tres cuentos para acercarnos a esa obra. Leedlos y ya los comentaremos en clase.
El primero de ellos, Los brahamanes y el león, es uno de los más conocidos y figura en la antología realizada por Jorge L. Borges y Adolfo Bioy Casares " CUENTOS BREVES Y EXTRAORDINARIOS"

Los brahamanes y el león, ilustración de Roxana Escolar


Los brahamanes y el león
En cierto pueblo había cuatro brahmanes que eran amigos. Tres habían alcanzado el confín de cuanto los hombres pueden saber, pero les faltaba cordura. El otro desdeñaba el saber; sólo tenía cordura.
Un día se reunieron. ¿De qué sirven las prendas, dijeron, si no viajamos, si no logramos el favor de los reyes, si no ganamos dinero? Ante todo, viajaremos.
Pero cuando habían recorrido un trecho, dijo el mayor:
- Uno de nosotros, el cuarto, es un simple, que no tiene más que cordura. Sin el saber, con mera cordura, nadie obtiene el favor de los reyes. Por consiguiente, no compartiremos con él nuestras ganancias. Que se vuelva a su casa.
El segundo dijo:
- Mi inteligente amigo, careces de sabiduría. Vuelve a tu casa.
El tercero dijo:
- Ésta no es manera de proceder. Desde chicos hemos jugado juntos. Ven, mi noble amigo. Tú tendrás tu parte en nuestras ganancias.
Siguieron su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de ellos dijo:
- Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos. Aquí hay un animal muerto; resucitémoslo.
El primero dijo:
- Sé componer el esqueleto.
El segundo dijo:
- Puedo suministrar la piel, la carne y la sangre.
El tercero dijo:
- Puedo darle vida.
El primero compuso el esqueleto, el segundo suministró la piel, la carne y la sangre. El tercero se disponía a infundir la vida, cuando el hombre cuerdo observó:
- Es un león. Si lo resucitan, nos va a matar a todos.
- Eres muy simple -dijo el otro-. No seré yo el que frustre la labor de la sabiduría.
- En tal caso -respondió el hombre cuerdo- aguarda que me suba a este árbol.
Cuando lo hubo hecho, resucitaron al león; éste se levantó y mató a los tres. El hombre cuerdo esperó que se alejara el león, para bajar del árbol y volver a su casa.

El chacal y el cocodrilo
Érase una vez un pequeño y astuto chacal que muy hambriento rondaba por la orilla del gran río en busca de algún pececillo o cangrejito con que alimentarse.
Pero en el fondo del río vivía un enorme cocodrilo, que también estaba hambriento y que, escondido entre el barro y las cañas, espiaba al chacal en espera de que en cualquier momento diese un paso en falso y cayera al agua para comérselo.
En varias ocasiones a punto estuvo el chacal de meterse precisamente en la boca del cocodrilo, pero valiéndose de su astucia logró salvarse del mortal peligro.
Entonces, temeroso de ser engullido por el feroz cocodrilo, el chacal decidió irse a pescar a otro lugar del río, donde no estuviera bajo la constante amenaza del saurio. Pero éste, muerto de hambre y loco de rabia al ver que se le escapaba tan rico bocado, determinó salir del río e ir en busca de la guarida del chacal para vengarse de él. Y ésa fue su perdición, porque enterado el astuto chacal de que el cocodrilo aguardaba en el interior de su madriguera para comérselo, encendió una enorme hoguera a la entrada hasta que el enemigo, impotente para franquear la barrera de llamas, quedó reducido a un montón de cenizas.
El elemento propio da fuerza y confianza; salirse de él es un riesgo imprudente.
Libro III, cuento IV 

En cierta región de un bosque vivía un león llamado Kharanakhara que corriendo un día hambriento por todas partes no pudo cazar ninguna bestia. A eso de la puesta del sol, llegó a una gran cueva, entró en ella y pensó: «Seguramente que algún animal vendrá a pasar la noche en esta cueva; de modo que me voy a quedar aquí escondido». Estando allí en tal situación, llegó el dueño de la cueva, que era un chacal llamado Adhipuchchha, el cual miró y vio las huellas del pie de un león que había entrado y no salido de la cueva. Entonces pensó: «¡Ah!, perdido estoy; seguramente que aquí dentro hay un león. ¿Qué hago? ¿Cómo he de huir?». Pensando así y sin moverse de la puerta empezó a gritar:
-¡Eh, caverna, ce! -Dicho esto, añadió de nuevo-: Ce, ¿ignoras que tienes un pacto conmigo, según el cual yo te he de hablar al venir de fuera y tú me has de responder? Si no me respondes, pues, me voy a otra gruta.
El león al oír esto pensó: «Sin duda que caverna invita a éste siempre que viene y hoy se calla por temor a mí. Pues se ha dicho esto:
» Voy, pues, a llamarle yo para que entre y me sirva de comida». Habiéndolo pensado así, le llamó. El rugido del león llenó todo el ámbito de la caverna, retumbando en ella cien veces; de tal modo, que puso en fuga hasta las bestias que estaban lejos. El chacal huyó enseguida a todo correr y recitó esta zloka:
Quien procede con cautela vive feliz, y no vive el que obra sin discernimiento. Yo me he hecho viejo viviendo en el bosque, y nunca he oído que una cueva hable.
 

Poema de Gilgamesh